Andaba, no hace mucho, por un hayedo cuando aún amanecía y el bosque mezclaba las sombras con los primeros rayos de luz. Un día más, donde la primavera regalaba colores combinados con la bruma matinal que aún no se habían levantado del todo. A lo lejos se oía correr el agua de los ríos y las cascadas del deshielo que caían llenas de abundancia…Y yo me hallaba solo en medio de la realeza llamada tierra, donde le acompañaba en un silbido de su existencia, en el despertar de la época más activa del año.
Caminaba por un sendero en busca de serenidad, lejos de la ciudad y la civilización, al encuentro subconsciente de la verdad y sus raíces, sin pensar en nada, hastiado de la rutina, con los objetivos perdidos y aún con demasiada vida por delante. No sé por qué cogí la mochila ese día, ni tampoco como llegué al hayedo. Tan solo sé que escapaba de mi mundo para encontrar el verdadero, como tantas veces había hecho, sin saber que aquel día habría respuestas y nuevas preguntas. En un tramo de la senda me perdí, salí de ella sin darme cuenta y llegué a un precipicio… La maravilla de los pirineos inundó mi ser, su belleza agreste saturó el sentido del tiempo y me quedé allí abrumado ante el techo de su mundo, donde el cielo y la tierra juegan a ser dioses. Al comprender que aquel no era el destino final de mi ruta, decidí dar la vuelta para retomar el camino, pero resbalé y caí por el largo despeñadero. Creí que había llegado el fin y tan solo esperaba en el tiempo el segundo que mataría lo que soy. Sin embargo, una fuerza sobrenatural frenó mi caída, era como si algo o alguien me recogiera con suavidad y me dejó en el suelo sin ningún daño. Estuve aturdido durante algún tiempo, supongo que bastante, cuando empecé a reaccionar ya anochecía, y en esos momentos no quise pensar en lo ocurrido, así que cogí el saco de dormir y me metí en él para olvidar “Mañana será otro día… mañana pensaré… mañana…” Infeliz de mí, el destino me reclamaba esa noche. Mi vida había sido salvada, pero quien lo había hecho tenía sus razones inimaginables.
Pasar una noche en el bosque, era una idea que nunca me había planteado. Siempre creí, que sería silenciosa e incluso algo mística. Mi historia se hallaba plagada de hechos inexplicables, el futuro nunca fue una sorpresa para mí. Tenía muchos sueños premonitorios e incluso en ciertas épocas de mi vida escuchaba los pensamientos de los demás y algunas veces había visto entes de otras dimensiones. Ante la incomprensión de los hechos intenté luchar contra ese mundo, era una parte de mi vida que no aceptaba, solo quería andar por la Tierra integrado en una sociedad que no me gustaba: por su egoísmo, por ser salvaje e injusto. Estaba desengañado de la permisividad e indiferencia de la humanidad. No soportaba vivir, no quería saber nada de aquella extraña habilidad. Un poco contradictorio ¿no?… Anhelaba ser normal, pero vivía aislado en una gran ciudad, donde nadie te preguntaba quién eres ya que a nadie le importa como eres. Ta vez, esa fue la causa de que no contara a nadie; que me consideraba un ser extraño y que no encontraba mi rumbo. Pero sabía que algún día el destino comenzaría el juego, y tan solo aquella intuición me estremecía. No quería que la sociedad me viera, sin contar claro que nadie me creería pues no existen las palabras que definan las maravillosas experiencias o las terribles pesadillas que surgían de ese mundo, con el que interactuaba. Tampoco creí, que sería testigo de los hechos que me ocurrieron en el bosque, después de aquello, ya no me importaba el miedo… Se había desvanecido. Me hallaba arropado por un calor extraño, inmerso en la una noche fría llena de bondad, donde se destapó el mundo mágico y pude ver, oler y oír a las hadas, duendes y árboles parlantes, en una fiesta donde me enseñaron que Gaia aún no estaba perdida del todo, donde la naturaleza me habló para contarme miles de historias y pensamientos; pasados, presentes y futuros. Mi destino era sencillo, relatar lo que me explicaron, he aquí sus historias y esperanzas, pues la Diosa de la Transformación después de abrazarme y abrumarme con su etérea belleza. La Reina entre todas del mundo mágico, se sentó a mi lado, llenándome de su amor por todas las criaturas del mundo y empezó a narrar el saber perdido, con la certeza, que, aunque serían pocos los que creerían mis palabras, a más de un ser humano llegarían las suyas y que el libre albedrío del que disfrutamos decidirá hasta que el sol muera, si vale la pena volver a creer en que existe algo más allá de nuestra rutina, donde el amor y la imaginación por fin tendrán un lugar donde expresarse.
El narrador
29/11/2025
Página 6
La página que sigue a Sin título II es: La diosa de la transformación.