Sentidos

Ha regresado la primavera; lo sé, porqué los días ya no son tan fríos, los gorriones comienzan a pelearse, las golondrinas ya empiezan a preparar los nidos y amanece con el baile de floridos colores de los árboles. Es época de abrir ventanas y dejar que el sol entre en la casa; los sonidos bailan por ella sin permiso y dejan al descubierto algunas conversaciones que yo no quisiera saber; Son murmullos que rompo con la dulce música de Mozart o Beethoven.

         Sentada en la mecedora, arropada con una suave manta, detengo la música para escuchar con deleite el mar, la colisión de las olas contra la orilla, me llega como un suave ritmo hasta mí atormentado espíritu y lo calma. Cuando lo observo, me apasiona su inmensidad y no puedo imaginar, que al otro lado de lo que veo termina en otra costa.

         Cuando estoy en la casa de la playa, saboreo el sol cuando se levanta por el horizonte y mientras unos se aletargan entre los susurros del alba; otros se despiertan entre una explosión de colores, movimientos pausados, aromas florares y café recién hecho. Es cuando él se ha levantado, el color matinal y un cruasán caliente me confirma que el tiempo sigue su ritmo. Olores arrastrados por el movimiento, por el gusto de café, de bollos, por el sabor de su lengua rosada, tal habitual pero que aún sigue siendo especial. Gustos y olores. Olores y gustos, acompañados por su voz susurrante que él siempre acerca a mi oído, y a la que respondo en voz baja sin querer hablar mucho, para no romper el amanecer, mientras noto el frío húmedo que roza mi piel, pues la cálida manta que me arropaba ha sido retirada para gozar de sus caricias y nos estremecemos.

         Gustos, mimos, fragancias, imágenes y ecos forman parte de mis mañanas en la orilla del mar. Es entonces cuando me doy cuenta que no soy tan solo un pensamiento.

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